27 mar 2012

Doble o nada (Continuación)




Nunca tenés que abandonar la mesa, fue lo primero que me dijo Ernesto cuando descubrimos que a los dos nos unía esa relación especial con el juego.
Era el primer mandamiento en la biblia del jugador.
Nos teníamos que quedar ahí pegados a nuestro pleno y no irnos con cualquiera, dejar la mesa como lo hicimos. Lo pienso y no entra en mi cabeza. Nos dejamos cegar por el éxito.  La certeza de que habíamos ganado tanta plata nos nubló la razón.
Que yo haya caído en la red de la desesperación era entendible pero Ernesto era un tipo con experiencia. Antes de conocernos había ganado mucho dinero. Solo que no supo retirarse a tiempo y así como ganó también lo perdió todo. Muchas veces me contó sus anécdotas de jugador compulsivo. Mientras a mi me horrorizaba escucharlo a él le apasionaba contarme que pasaba día y noche sentado en alguna mesa. Que no comía, que podía estar una semana sin bañarse porque el poco que tiempo que pasaba en su casa lo usaba para dormir y volver a jugar al otro día.
Se quedó con lo puesto el día que abandonó esta adicción. Pero como todo enfermo también tenía recaídas y yo lo acompañaba.
Siempre fui una jugadora social. Nunca gané grandes cantidades ni tampoco perdí todo. Pero mis visitas al casino eran frecuentes. Allí nos conocimos, una noche en el que me iba con unos buenos pesos y Ernesto se me acercó. A las pocas semanas estaba casi instalado en mi casa. Me gustaba mucho pero era inconstante, nada lo llenaba, no podía asumir compromisos, y ya hacía tiempo que tenía ganas de cortar la relación.
La cabeza trabaja a una velocidad única. No van a creerme pero en el momento que la bola se posó en el doble cero supe que era el boleto para alejarme de él. Todo pasó rápido por mi mente. Imaginé que él iba a enloquecer con el premio y la verdad yo no tenía ganas de compartir nada con un tipo así. Los roles se cambiaron entonces, y él se dio cuenta. Disfruté la desesperación que sintió en ese cuarto en que nos dejaron aquella noche. Y aunque me separé de él llorando, cuando los patovas nos mandaron en dos autos diferentes, yo no quería estar con él ni verlo más.
El viaje fue largo, uno de los tipos me hablaba. Me decía que estaba bonita y me preguntaba que hacía con ese pelotudo. Cuando me bajaron en el descampado sentí un miedo atroz. Me hicieron caminar varios metros. Yo quería correr pero tenía pánico. Estaba de espaldas y esperaba el sonido de la bala. Desde que me sacaron del casino tuve la certeza de que me iban a matar.
¿Qué raro es sentir que te llega la muerte? Lo único que esperaba es que fuera rápida. No quería sufrir. Si me pensaban matar que lo hicieran. Había mucho silencio y luego un golpe muy fuerte. Eso lo recuerdo bien. No se si fue un palazo o que pero la sensación que mi cabeza se rompía en mil pedazos fue clara. Un golpe seco y fuerte y el calor de la sangre que brotaba. Caí en el pasto, eso fue lo último que vi.
Todavía no puedo abrir los ojos pero escucho el murmullo de los médicos. Hago fuerzas para mover la mano, o para articular palabra pero no puedo. Solo entendí que dijeron que había una lesión importante y que no sabían todavía como iba a ser mi recuperación. Solo necesito abrir los ojos… abrir los ojos, necesito concentración…

-Doctor, mi hija abrió los ojos…










Continuará...

5 comentarios:

  1. nooooooooo, como me lo cortás así. me hace acordar cuando terminaba un capitulo de la serie 24, que tenía que esperar una semana. Muy bueno, me tenes en vilo

    ResponderEliminar
  2. Recién ahora puedo entrar y usando el internet explorer, con otros navegadores me aparece todo deformado ¿?
    Te digo Lala, que tener un amigo que sepa de conductas ludópatas suele ser de mucha utilidad. Je! Nunca abandonar la mesa sin que te hayan pagado NUNCA.
    Se pone vibrante la cosa.

    ResponderEliminar
  3. ¿como puedes dejarnos así? espero que pronto llegue la continuación, me tienes en vilo con lo que sucederá.
    Paloma

    ResponderEliminar
  4. Espectacular, muy buen capítulo. Con un final con un dejo de esperanza.
    ¿Y qué habrá pasado en el otro auto? ¿Sabremos algo más sobre lo que le pasó a Ernesto? Solo Lauris lo sabe.
    ¡Felicitaciones!

    ResponderEliminar